miércoles, 15 de enero de 2014

Sueños conectados

Era de noche, una luna llena brillaba en lo alto del cielo. Paseaba por una calle vacía, de camino a casa de una amiga. Cuando llegué, todo estaba extraño. Sabía que era la misma casa pero todo había cambiado…


Entré y como sospechaba la casa estaba cambiada también por dentro, tenia estanterías llenas de videojuegos, un pasillo bastante más largo de lo que recordaba y mas habitaciones. Nos sentamos a jugar a un videojuego de terror, una mansión llena de fantasmas de los que teníamos que huir y matar a los que pudiéramos. De repente escuchamos un sonido lejano. Nos asustamos, pues sabíamos que ese ruido no venía del televisor. Nos miramos con miedo y luego reímos pensando que serían imaginaciones nuestras  y continuamos jugando. Al poco rato volvimos a escuchar un ruido, entonces pausamos el juego y nos quedamos un rato en silencio. Justo cuando yo iba a quitar el juego volvió a sonar un ruido más fuerte que los dos anteriores, ambas nos levantamos del sofá y miramos en la dirección de donde  provenía  aquel sonido. Vimos una sombra en la pared y en un instante vimos la figura de un hombre anciano,  “¡acababa de atravesar la pared”!


Nosotras corrimos por todo el pasillo pero por más que corriésemos el siempre estaba cerca, parecía como si nosotras no avanzásemos y el siempre estuviera en el mismo sitio.


Cruzamos la puerta del recibidor.  La cerré y me quede sujetándola, dejando al fantasma justo detrás.  En ese momento lo vi, era un hombre mayor, de aspecto demacrado.  No  entendía como un fantasma no podía atravesar la puerta. Tal vez porque yo la sostenía.


Por fin mi amiga consiguió abrir la puerta de la entrada. Corrimos todo lo que pudimos y ya una vez fuera  nos encontramos a un guarda y yo paré y pedí ayuda explicándole que un fantasma nos perseguía.


“Si hombre, otra vez me vienes con esas…” – contestó.


En ese momento recordé que ya lo había visto en otra parte y le había dicho algo parecido. Me quedé mirándolo con cara de susto y con rabia de que no me creyera y le dije que  era cierto. Mi amiga me llamó: “¡no pierdas el tiempo vámonos corre!” Entonces yo la seguí y llegamos a una pinada, había cuestas y las subimos para escondernos, aunque lo cierto es que no era el mejor sitio para esconderse de un fantasma pero algo nos hizo correr hasta allí.


Al final de la cuesta había un pozo y alrededor había cabezas petrificadas de personas con gestos de sufrimiento. Cerca del pozo  había una escalera y al final de ella una pelota pequeña, nosotras bajamos para cogerla, pero al lado había una puerta y de repente unas manos nos cogieron y nos hicieron cruzarla. Allí se hallaban también los primos de mi amiga acorralados como nosotras dos ahora. Estábamos rodeadas de unos monstruitos que parecían duendes. Conseguimos escabullirnos  y  corrimos hasta que encontramos una vieja casita de madera. Al entrar mi amiga se quedó mirando la casa y dijo: “yo he soñado con esto, ahora vendrá un anciano que nos ayudará a salir de aquí, no os preocupéis”.


Entonces vimos una mano que le dio al interruptor de la luz para encenderla, era el anciano que lo había escuchado. “¿eso crees?”. Dijo.


 “o no...” – respondió mi amiga que se quedó helada de miedo


Al final resultó que el anciano sí que era bueno y nos quiso ayudar a salir de aquel lugar. En esa casa se hallaban los objetos más preciados de cuando éramos pequeños y cada uno tenía un poder. Los primos de mi amiga hicieron aparecer una canoa para cuatro personas y cuatro remos, mi amiga hizo un lago desde la cabaña hasta la puerta junto al pozo. Y yo  pude crear un campo de fuerza que impedía a los duendes acercársenos. 


Llegamos al otro lado, subimos las escaleras y nos dirigimos al piso de mi amiga para refugiarnos. Una vez allí recordé que al principio estábamos huyendo de lo que había en él, pero esta vez estaba tal y como yo lo había recordado. Todo estaba en orden, parecía un sueño. En ese momento  los primos de mi amiga nos despertaron a ella y a mí. Lo más curioso es que mi amiga y yo habíamos estado en dos sueños, el primero era mío y el otro suyo. Sus primos también habían soñado el de la pinada.  ¿Eran sueños conectados? 



Fin.

Yune Evans

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