-
Cielo, lo pasarás
muy bien y aprenderás mucho, ya lo verás - dijo mi madre.
-
Pero no quiero
quedarme aquí sola.
-
No te preocupes, en
vacaciones volverás a casa - contestó secamente mi padre.
-
Vale... - refunfuñé.
Dicho esto mis padres se marcharon del colegio tranquilos, dejándome, sin decir una palabra más.
Miré a mi alrededor. Había varios grupos de padres
despidiéndose de sus hijos a la entrada de los dormitorios del colegio. Vi a
dos chicos solos, al fondo del recibidor, sentados en un banco. Uno de ellos
parecía muy serio y poco amistoso, mientras que el otro mostraba una sonrisa de
oreja a oreja mientras se arreglaba su pelo de color rosa claro. Decidí
acercarme y probar a hablar con ellos.
-
Hola chicos, ¿cómo
os llamáis?
-
¡Suga! - dijo
inmediatamente el chico de la sonrisa, el otro chico simplemente miró para otro
lado.
-
Yo Roxane, ¿dónde
están vuestros padres?
-
La directora fue a
recogerme a casa - dijo Suga, el otro chico no parecía con intención de
responder, así que me di por vencida con él y me senté al otro lado de Suga.
En ese momento entró la directora al vestíbulo.
-
Buenos días, a
partir de este momento yo me hago cargo de los niños, los padres ya pueden irse
- esperó en silencio hasta que todos los padres abandonaron la estancia. - Ahora se os comunicará cuáles son vuestras
habitaciones. Compartiréis dormitorios de dos o tres camas. En ellas
encontraréis vuestras pertenencias, los uniformes que debéis llevar durante las
clases, un folio con los horarios de las mismas y un mapa del recinto de la
escuela para que no os perdáis. Si tenéis alguna pregunta no dudéis en
consultar a los profesores o al ama de llaves.
Las primeras semanas fueron duras, hasta que empecé a
acostumbrarme y a hacer amigos. Suga resultó ser un chico realmente agradable,
y me ayudaba mucho en las clases. El primer día nos dijeron que seríamos
compañeros, lo que significaba que compartiríamos las tareas y trabajos, y que
las notas del uno afectarían a las del otro. Daban asignaturas normales, como
lengua o conocimiento del medio, y otras exclusivamente mágicas, donde nos
enseñaron a usar la varita nada más entrar para controlar mejor nuestros
poderes.
-
¿Por qué tienes el
pelo de ese color? - preguntó Jin un día.
-
En una comida
familiar, de repente me cambió el color del pelo - dijo avergonzado Suga. Jin y
un par de compañeros más se rieron al oír esto.
-
¿Y cuál es el
problema? - dije sin entender qué era tan gracioso.
-
Nadie de mi familia
tiene poderes. Unos hombres del ministerio se presentaron en nuestra casa y le
borraron la memoria a todos menos a mis padres, y les dijeron que yo podía
hacer magia y que debería venir a este colegio. Unos días después vino la
directora a hablar con ellos.
Me quedé un poco sorprendida. Mi familia siempre decía
que a los hijos de los no mágicos no deberían enseñarles magia porque no
controlaban bien sus poderes y eran peligrosos. Pero Suga era unos de los
mejores en magia práctica.
-
Pero ahora se
cambiarlo siempre que quiero - sonrió Suga orgulloso de sí mismo.
-
¿Me enseñas a
cambiarme el color del pelo? - pregunté.
-
Claro - dijo
sonriendo.
-
¿Y a mi? - preguntó
otra compañera.
-
Nop.
-
¿Por qué?
-
Porque sólo se lo
voy a enseñar a mi compañera - dijo con una sonrisa maliciosa y cogiéndome de
la mano salió corriendo del salón arrastrándome tras de sí.
Fue pasando el tiempo y el verano
llegó, casi todos nos fuimos a pasar las vacaciones con nuestras familias. Mis
padres fueron a recogerme a la escuela, y una vez instalada de nuevo en mi
cuarto bajé para cenar.
-
¿Qué tal en el
colegio? - preguntó mi padre.
-
Bien, Suga me enseñó
cómo cambiarme el color del pelo y…
-
¿Quiénes son los
padres de Suga? - quiso saber mi madre.
-
No creo que los
conozcais. No son magos, pero se le da muy bien la magia. Es el mejor de la
clase, y como eramos compañer…
-
Mejor que no te
juntes con él - dijo mi madre sin dejarme terminar la frase.
-
¿Pero por qué? Si es
mi amigo… - repliqué sin comprender.
-
No es un mago puro,
y no es bueno andar con ellos - me cortó mi padre.
-
Pues es el mejor de
la clase y no se equivoca nunca con la magia.
-
¡Basta ya! Me da
igual lo que digas. ¡He dicho no y es no! - saltó mi madre intentando zanjar el
tema.
Me levanté indignada de la mesa
dispuesta a irme a mi cuarto sin probar bocado, pero mi padre me cogió del
brazo cuando pasé junto a él. Se levantó y apretándome todavía del brazo me
sentó en mi sitio.
-
Ni se te ocurra irte
de aquí hasta que no termines la cena. Y estás castigada hasta nuevo aviso como
no cambies de actitud - dijo fríamente mi padre. Me quedé atónita, nunca le
había visto así, y no tuve más remedio que acatar sus órdenes y cumplir mi
castigo.
Pasé todo el verano castiga, sin
libros, ni juguetes, ni televisión, y ayudando con las tareas de casa, pero por
supuesto sin poder utilizar la magia para nada. Hasta el día de mi cumpleaños,
que hicieron una pequeña fiesta con la familia. Mis padres sonreían y delante
de todos se comportaban conmigo como si no estuvieran enfadados. Pero en cuanto
los demás se fueron volvieron a actuar como hasta ese momento. Por suerte el
curso empezaría en pocos días.
-
Se te levanta el
castigo a partir de hoy, pero recuerda que como te juntes con ese chico, el
verano que viene será igual que éste - dijo mi madre cuando me llevó a la
escuela.
-
Vale - acepté
temerosa ante la idea de pasar otro verano así. Mi madre se fue con la cabeza
bien alta, como orgullosa de haberme convencido.
Me pasé todo el día intentando
evitar los sitios donde sabía que estaría Suga, pero para la cena fui al
comedor sin pensarlo, y al rato entró él y fue directo a mi mesa.
-
Hola Roxane, ¿qué
tal el verano?
-
Bien… - dije en voz
baja mirando al suelo. - ¿Podrías sentarte en otra mesa?
-
¿Por qué?
-
Quiero estar sola…
-
¿Qué te pasa? ¿Estás
enfadada conmigo?
-
No, estoy bien. Sólo
vete - Suga se fué desanimado y se sentó junto a Jin.
Pero cada día intentaba hablar
conmigo, y aunque al principio tenía miedo de que mis padres me castigaran, caí
en la cuenta de que si no se enteraban, no pasaría nada, y poco a poco
empezamos a hablar de nuevo.
Un par de años después, Suga me
presentó a Nam Joon, su compañero de cuarto, y a J-Hope, un chico que iba a la
clase de éste. Rápidamente pasaron a formar parte del grupo como si estuviesen
ahí de siempre, sobretodo J-Hope, que era muy alegre y abierto. Y así pasaban
los cursos, con todos mis amigos, a los que luego no mencionaba delante de mis
padres, para evitar problemas.
A mis padres se les ocurrió un día
ir a visitarme sin previo aviso, el primer año de instituto. Estaba en el patio
con Jin, y Suga llegaba gastando bromas con Nam Joon y J-Hope y de repente se
me acercó corriendo, me dio un beso en la mejilla y se fue corriendo para que
no lo pillase. Empecé a correr detrás de él sin poder dejar de sonreír, a pesar
de mis amenazas.
-
¡Roxane, ven aquí
ahora mismo! - chilló mi madre al ver todo ésto. Cuando la vi, deseé morirme.
Me acerqué con recelo, y me cogió del brazo bruscamente, llevándome con ella
hasta el dormitorio - Sube a recoger tus cosas, te vamos a sacar de este
colegio ahora mismo.
Mi madre se quedó abajo esperándome
mientras mi padre se dirigía al despacho de la directora.
Yo subí a mi cuarto, pero no
pensaba irme con ellos. No podía ni imaginarme separándome de Suga y los demás
para siempre. Salí por la ventana, intentando escapar, pero cuando estaba casi
abajo, caí mal y me hice daño en el brazo. Sin querer darle importancia, me
alejé del edificio, pero al poco rato comprendí que si me quedaba dentro del
colegio me encontrarían fácilmente. Así que, decidí usar la magia y
teletransportarme a una playa que no estaba muy lejos de ahí. Suga y yo íbamos
siempre que podíamos y era el único lugar en que podía pensar.
Estaba sola en la playa, me senté
mirando las olas sin poder dejar de llorar, me sentía débil por el esfuerzo del
viaje, y me empezaba a doler el brazo. No podía volver al colegio sin más y
dejar que me cambiasen de escuela, pero no sabía cómo conseguir que me
permitiesen quedarme.
Cuando el sol empezaba a bajar vi
una figura que se acercaba. Levanté la vista y pude distinguir a Suga. Mis
padres y la directora estaban justo detrás de él.
-
Roxane, ¿estás bien?
- preguntó la directora al verme llorar.
-
No me quiero ir del
colegio. Me quiero quedar aquí… - sollocé.
-
Si no quieres no
tienes por qué irte - dijo mirando a mis padres acusadoramente - Menos mal que
Suga nos dijo dónde podías estar, ya no sabíamos dónde buscarte.
-
¿Te encuentras bien?
- preguntó mi madre al ver que me agarraba el brazo.
-
Me caí y me hice
daño...
Volvimos al colegio y me llevaron a
la enfermería. Me había roto el brazo y mientras la enfermera me lo curaba con
un hechizo, vi que mis padres estaban hablando con Suga junto a la puerta. Cuando
me dejaron salir, me acerqué a ellos.
-
¿Estás mejor? - dijo
mi madre con fingida preocupación.
-
Sí…
-
Hemos decidido
dejarte en el colegio, pero queremos que te centres en los estudios y te dejes
de tonterías con los compañeros - dijo mi padre serio. Asentí con la cabeza, y
se fueron.
-
¿Qué te han dicho? -
le pregunté a Suga preocupada.
-
Nada, me han dado
las gracias por ayudarles a encontrarte - dijo Suga sonriendo. No consiguió
convencerme demasiado, su sonrisa no parecía del todo sincera, pero tampoco
quise preguntarle más.
Al día siguiente, bajé a desayunar
antes de ir a clase y mis amigos al verme corrieron en seguida hacia mí con
caras preocupadas.
-
¡Roxane! ¿Estás
bien? - me preguntó J-Hope.
-
Sí, no os preocupéis
- contesté mirándolos a todos.
-
Te buscamos por todo
el colegio, hasta los guardias entraron al bosque a buscarte. No nos vuelvas a
dar un susto así - dijo Jin aliviado al verme bien.
Todo volvió a la normalidad, pero
tenía la ligera impresión de que Suga estaba un poco distante conmigo, aunque
tal vez fuera normal después de lo que había pasado con mis padres. A partir de
ese momento ya no volví a casa en verano.
Yune Evans
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