lunes, 14 de septiembre de 2015

[Academia Willow Lake] Roxane



-       Cielo, lo pasarás muy bien y aprenderás mucho, ya lo verás - dijo mi madre.
-       Pero no quiero quedarme aquí sola.
-       No te preocupes, en vacaciones volverás a casa - contestó secamente mi padre.
-       Vale... - refunfuñé. Dicho esto mis padres se marcharon del colegio tranquilos, dejándome, sin  decir una palabra más.
Miré a mi alrededor. Había varios grupos de padres despidiéndose de sus hijos a la entrada de los dormitorios del colegio. Vi a dos chicos solos, al fondo del recibidor, sentados en un banco. Uno de ellos parecía muy serio y poco amistoso, mientras que el otro mostraba una sonrisa de oreja a oreja mientras se arreglaba su pelo de color rosa claro. Decidí acercarme y probar a hablar con ellos.
-       Hola chicos, ¿cómo os llamáis?
-       ¡Suga! - dijo inmediatamente el chico de la sonrisa, el otro chico simplemente miró para otro lado.
-       Yo Roxane, ¿dónde están vuestros padres?
-       La directora fue a recogerme a casa - dijo Suga, el otro chico no parecía con intención de responder, así que me di por vencida con él y me senté al otro lado de Suga.
En ese momento entró la directora al vestíbulo.
-       Buenos días, a partir de este momento yo me hago cargo de los niños, los padres ya pueden irse - esperó en silencio hasta que todos los padres abandonaron la estancia. -  Ahora se os comunicará cuáles son vuestras habitaciones. Compartiréis dormitorios de dos o tres camas. En ellas encontraréis vuestras pertenencias, los uniformes que debéis llevar durante las clases, un folio con los horarios de las mismas y un mapa del recinto de la escuela para que no os perdáis. Si tenéis alguna pregunta no dudéis en consultar a los profesores o al ama de llaves.

Las primeras semanas fueron duras, hasta que empecé a acostumbrarme y a hacer amigos. Suga resultó ser un chico realmente agradable, y me ayudaba mucho en las clases. El primer día nos dijeron que seríamos compañeros, lo que significaba que compartiríamos las tareas y trabajos, y que las notas del uno afectarían a las del otro. Daban asignaturas normales, como lengua o conocimiento del medio, y otras exclusivamente mágicas, donde nos enseñaron a usar la varita nada más entrar para controlar mejor nuestros poderes.
-       ¿Por qué tienes el pelo de ese color? - preguntó Jin un día.
-       En una comida familiar, de repente me cambió el color del pelo - dijo avergonzado Suga. Jin y un par de compañeros más se rieron al oír esto.
-       ¿Y cuál es el problema? - dije sin entender qué era tan gracioso.
-       Nadie de mi familia tiene poderes. Unos hombres del ministerio se presentaron en nuestra casa y le borraron la memoria a todos menos a mis padres, y les dijeron que yo podía hacer magia y que debería venir a este colegio. Unos días después vino la directora a hablar con ellos.
Me quedé un poco sorprendida. Mi familia siempre decía que a los hijos de los no mágicos no deberían enseñarles magia porque no controlaban bien sus poderes y eran peligrosos. Pero Suga era unos de los mejores en magia práctica.
-       Pero ahora se cambiarlo siempre que quiero - sonrió Suga orgulloso de sí mismo.
-       ¿Me enseñas a cambiarme el color del pelo? - pregunté.
-       Claro - dijo sonriendo.
-       ¿Y a mi? - preguntó otra compañera.
-       Nop.
-       ¿Por qué?
-       Porque sólo se lo voy a enseñar a mi compañera - dijo con una sonrisa maliciosa y cogiéndome de la mano salió corriendo del salón arrastrándome tras de sí.








Fue pasando el tiempo y el verano llegó, casi todos nos fuimos a pasar las vacaciones con nuestras familias. Mis padres fueron a recogerme a la escuela, y una vez instalada de nuevo en mi cuarto bajé para cenar.

-       ¿Qué tal en el colegio? - preguntó mi padre.
-       Bien, Suga me enseñó cómo cambiarme el color del pelo y…
-       ¿Quiénes son los padres de Suga? - quiso saber mi madre.
-       No creo que los conozcais. No son magos, pero se le da muy bien la magia. Es el mejor de la clase, y como eramos compañer…
-       Mejor que no te juntes con él - dijo mi madre sin dejarme terminar la frase.
-       ¿Pero por qué? Si es mi amigo… - repliqué sin comprender.
-       No es un mago puro, y no es bueno andar con ellos - me cortó mi padre.
-       Pues es el mejor de la clase y no se equivoca nunca con la magia.
-       ¡Basta ya! Me da igual lo que digas. ¡He dicho no y es no! - saltó mi madre intentando zanjar el tema.
Me levanté indignada de la mesa dispuesta a irme a mi cuarto sin probar bocado, pero mi padre me cogió del brazo cuando pasé junto a él. Se levantó y apretándome todavía del brazo me sentó en mi sitio.
-       Ni se te ocurra irte de aquí hasta que no termines la cena. Y estás castigada hasta nuevo aviso como no cambies de actitud - dijo fríamente mi padre. Me quedé atónita, nunca le había visto así, y no tuve más remedio que acatar sus órdenes y cumplir mi castigo.
Pasé todo el verano castiga, sin libros, ni juguetes, ni televisión, y ayudando con las tareas de casa, pero por supuesto sin poder utilizar la magia para nada. Hasta el día de mi cumpleaños, que hicieron una pequeña fiesta con la familia. Mis padres sonreían y delante de todos se comportaban conmigo como si no estuvieran enfadados. Pero en cuanto los demás se fueron volvieron a actuar como hasta ese momento. Por suerte el curso empezaría en pocos días.


-       Se te levanta el castigo a partir de hoy, pero recuerda que como te juntes con ese chico, el verano que viene será igual que éste - dijo mi madre cuando me llevó a la escuela.
-       Vale - acepté temerosa ante la idea de pasar otro verano así. Mi madre se fue con la cabeza bien alta, como orgullosa de haberme convencido.

Me pasé todo el día intentando evitar los sitios donde sabía que estaría Suga, pero para la cena fui al comedor sin pensarlo, y al rato entró él y fue directo a mi mesa.
-       Hola Roxane, ¿qué tal el verano?
-       Bien… - dije en voz baja mirando al suelo. - ¿Podrías sentarte en otra mesa?
-       ¿Por qué?
-       Quiero estar sola…
-       ¿Qué te pasa? ¿Estás enfadada conmigo?
-       No, estoy bien. Sólo vete - Suga se fué desanimado y se sentó junto a Jin.

Pero cada día intentaba hablar conmigo, y aunque al principio tenía miedo de que mis padres me castigaran, caí en la cuenta de que si no se enteraban, no pasaría nada, y poco a poco empezamos a hablar de nuevo.





Un par de años después, Suga me presentó a Nam Joon, su compañero de cuarto, y a J-Hope, un chico que iba a la clase de éste. Rápidamente pasaron a formar parte del grupo como si estuviesen ahí de siempre, sobretodo J-Hope, que era muy alegre y abierto. Y así pasaban los cursos, con todos mis amigos, a los que luego no mencionaba delante de mis padres, para evitar problemas.




A mis padres se les ocurrió un día ir a visitarme sin previo aviso, el primer año de instituto. Estaba en el patio con Jin, y Suga llegaba gastando bromas con Nam Joon y J-Hope y de repente se me acercó corriendo, me dio un beso en la mejilla y se fue corriendo para que no lo pillase. Empecé a correr detrás de él sin poder dejar de sonreír, a pesar de mis amenazas.

-       ¡Roxane, ven aquí ahora mismo! - chilló mi madre al ver todo ésto. Cuando la vi, deseé morirme. Me acerqué con recelo, y me cogió del brazo bruscamente, llevándome con ella hasta el dormitorio - Sube a recoger tus cosas, te vamos a sacar de este colegio ahora mismo.

Mi madre se quedó abajo esperándome mientras mi padre se dirigía al despacho de la directora.

Yo subí a mi cuarto, pero no pensaba irme con ellos. No podía ni imaginarme separándome de Suga y los demás para siempre. Salí por la ventana, intentando escapar, pero cuando estaba casi abajo, caí mal y me hice daño en el brazo. Sin querer darle importancia, me alejé del edificio, pero al poco rato comprendí que si me quedaba dentro del colegio me encontrarían fácilmente. Así que, decidí usar la magia y teletransportarme a una playa que no estaba muy lejos de ahí. Suga y yo íbamos siempre que podíamos y era el único lugar en que podía pensar.

Estaba sola en la playa, me senté mirando las olas sin poder dejar de llorar, me sentía débil por el esfuerzo del viaje, y me empezaba a doler el brazo. No podía volver al colegio sin más y dejar que me cambiasen de escuela, pero no sabía cómo conseguir que me permitiesen quedarme.

Cuando el sol empezaba a bajar vi una figura que se acercaba. Levanté la vista y pude distinguir a Suga. Mis padres y la directora estaban justo detrás de él.

-       Roxane, ¿estás bien? - preguntó la directora al verme llorar.
-       No me quiero ir del colegio. Me quiero quedar aquí… - sollocé.
-       Si no quieres no tienes por qué irte - dijo mirando a mis padres acusadoramente - Menos mal que Suga nos dijo dónde podías estar, ya no sabíamos dónde buscarte.
-       ¿Te encuentras bien? - preguntó mi madre al ver que me agarraba el brazo.
-       Me caí y me hice daño...

Volvimos al colegio y me llevaron a la enfermería. Me había roto el brazo y mientras la enfermera me lo curaba con un hechizo, vi que mis padres estaban hablando con Suga junto a la puerta. Cuando me dejaron salir, me acerqué a ellos.

-       ¿Estás mejor? - dijo mi madre con fingida preocupación.
-       Sí…
-       Hemos decidido dejarte en el colegio, pero queremos que te centres en los estudios y te dejes de tonterías con los compañeros - dijo mi padre serio. Asentí con la cabeza, y se fueron.
-       ¿Qué te han dicho? - le pregunté a Suga preocupada.
-       Nada, me han dado las gracias por ayudarles a encontrarte - dijo Suga sonriendo. No consiguió convencerme demasiado, su sonrisa no parecía del todo sincera, pero tampoco quise preguntarle más.

Al día siguiente, bajé a desayunar antes de ir a clase y mis amigos al verme corrieron en seguida hacia mí con caras preocupadas.
-       ¡Roxane! ¿Estás bien? - me preguntó J-Hope.
-       Sí, no os preocupéis - contesté mirándolos a todos.
-       Te buscamos por todo el colegio, hasta los guardias entraron al bosque a buscarte. No nos vuelvas a dar un susto así - dijo Jin aliviado al verme bien.

Todo volvió a la normalidad, pero tenía la ligera impresión de que Suga estaba un poco distante conmigo, aunque tal vez fuera normal después de lo que había pasado con mis padres. A partir de ese momento ya no volví a casa en verano.

Yune Evans

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