Desde
pequeña siempre me había sentido diferente a los demás. En el colegio, a veces,
sabía cosas de mis compañeros, a los que no les gustaba que las supiera. Me
dejaron de lado, algunos incluso me humillaron, y me alejé de todos.
Al
principio tenía visiones cortas al tocarles, luego empezaron a ser más largas.
En el instituto mis visiones eran agotadoras, varias veces llamaron a mis
padres por lo mal que me encontraba. Empecé a desarrollar una especie de
empatía, si tocaba a alguien con una fuerte emoción, yo me sentía igual. Por
miedo a lo que pudieran pensar mis padres, no quise decirles nada. Me quedé
aislada de los demás, por miedo a que me repudiasen.
Por
problemas familiares, mi familia se mudó a la costa, donde empezaría un nuevo
instituto, y con ello, la esperanza de encontrar a alguien que me pudiera
aceptar tal y como era, pero los primeros días fueron difíciles, algunas chicas
intentaban conocerme, y yo me alejé por miedo al rechazo.
Un día llamaron por teléfono de mi
instituto nuevo, era el director del centro comunicando a mis padres que era
bastante buena en arte, tenía una destreza impresionante y en ese centro no
podían ayudarme para desarrollar todo mi potencial, por lo tanto habían
contactado con un colegio especializado en artes, allí podría formarme mejor.
Era cierto que me gustaba dibujar,
y, no es por presumir, pero no se me daba mal.
Mis padres se sorprendieron y se
alegraron a la vez, pero mi padre era muy desconfiado y no le hacía demasiada
gracia. El director les dijo que se pondría en contacto con ellos la directora
del nuevo colegio, llegaría a nuestra casa en unos pocos días con los papeles
para la inscripción e información sobre ese centro.
Al cabo de tres días, alguien llamó
a la puerta de mi casa. Mi madre abrió y una mujer de mediana edad, con un
vestido largo, esperaba tras la puerta del chalet. Llevaba una carpeta en la
mano.
-
Buenos días - saludó
la mujer.
-
Buenos días –
contestó mi madre.
-
Soy la directora de
la escuela de artes Phenix.
-
Oh, sí, pase - mi
madre invitó a entrar a la mujer, y juntas fueron al comedor, donde esperaba mi
padre - el director del colegio al que va mi hija nos ha hablado de su colegio
especial.
-
Bueno, yo no lo definiría
especial, exactamente. Es un centro en el que nos especializamos en artes y
seleccionamos a los alumnos que tienen dotes para
desarrollar y no pueden sacar su máximo potencial en colegios comunes. El
profesor de arte de Mayra vio que su hija tenía potencial y contactó con
nosotros, nos pasó informes y trabajos que la niña había hecho y nos
interesamos por ella.
-
Muy bien, pues
adelante señora, explíquenos cómo funciona ese centro y de cuánto dinero
estamos hablando - se interesó mi padre.
-
Verá, por el dinero
no tienen por qué preocuparse, el director de su actual colegio me comunicó que
ustedes no disponen de facilidades, por ello le hemos podido conseguir una
beca, para que su hija pueda tener todo lo necesario, sólo tendrían que pagar unas
tasas de 100€ al año, ¿no es mucho, no?
-
Está bien, pero ¿de
qué va a disponer nuestra hija?
-
Es un colegio
interno, tendrá un dormitorio compartido con otra alumna, tendrá su cama, su
armario… Podrá estudiar y hacer los deberes en la biblioteca, asistirá a clases
por las mañanas y algunas tardes de alguna asignatura u optativa que escoja.
Comerá allí y les proporcionaremos un uniforme que solamente tendrá que llevar
para asistir a clases, habrá servicio de lavandería, etc. No se preocupen su
hija estará bien, no le faltará de nada.
-
¿Y cuándo podremos
ver a nuestra hija? - quiso saber mi madre.
-
Siempre que queráis,
avisen con un día de antelación qué van a venir a visitarla y no habrá ningún
problema, pero entre semana estará bastante ocupada entre clases y trabajos,
por lo que sería preferible que vayan los fines de semana. Su hija estará en un
curso intensivo durante el primer año, por lo tanto estará bastante ocupada,
siempre pueden llamarla por teléfono para ahorrarse un viaje o enviar cartas.
-
¿Y en vacaciones de
verano nos la podremos traer a casa?- continuó mi padre con desconfianza
todavía.
-
Sí, por supuesto,
faltaría menos, prácticamente todos los alumnos suelen irse con sus padres a
pasar las vacaciones de verano, y las de navidad.
Aparecí de repente, había estado
escuchándolo todo a escondidas.
-
Yo no quiero ir a
ningún colegio interno… - dije recelosa.
-
Bueno cielo, si tú
no quieres no vamos a firmar nada, haremos lo que tú decidas - dijo mi padre.
-
¿Puedo hablar un
momento a solas con Mayra? - preguntó la mujer
Mis padres me miraron, asentí y éstos nos dejaron a
solas. Nos dirigimos al patio para hablar tranquilas.
-
Verás Mayra, nos
hemos dado cuenta de que puedes hacer cosas que la gente que te rodea no puede
hacer, tienes un don. Puedes hacer magia, como los otros alumnos de mi centro.
En éste mundo existe gente con magia y gente sin magia. Los que no tienen magia
no deben saber de nuestra existencia.
-
¿Y mis padres?
-
Entre los magos
tenemos reglas, y lo más importante ahora mismo es que, aprenderás a controlar
y desarrollar esos poderes que tienes que te han ocasionado tantos problemas a
lo largo de tu vida. A tus padres les puedes decir lo mismo que les he contado,
que das varias asignaturas de arte,que das cosas nuevas que en el antiguo
instituto no dabas… Y podrás verlos en vacaciones y algún día que quieran
visitarte. Tus padres creerán que vas a un colegio de grandes talentos.
“Tendré que seguir mintiendoles…”
pensé entristeciéndome. “Ojalá pudiera contarles…”
-
Tienes dos días para
decidirte, si no lo has hecho ya. Cuando lo hagas tus padres tendrán que firmar
el formulario de inscripción, y listo. Hazte la maleta con tiempo si decides
venir. Pero piensa que es lo mejor, allí hay un montón de chicos y chicas como
tú, aprendiendo un montón de cosas. Nadie te dará de lado por tener poderes y
aprenderás a controlarlos.
Me quedé un momento pensativa, era
una oportunidad para poder controlar y entender mis poderes. Me entristecía pensar que
tenía que estar alejada de mi familia, pero si me quedaba, estaba segura que me
arrepentiría.
-
Está bien, iré, por
probar… Pero si no me gusta podré volverme a casa, ¿verdad? - añadí.
-
Sí, claro, no
retenemos a nadie allí contra su voluntad - añadió la mujer con una tierna
sonrisa en su rostro. Era agradable.
Entramos
juntas al comedor de mi casa, y comunicamos mi decisión, mis padres firmaron, y
la mujer recogió los documentos.
Tenía dos
días para preparar la maleta, y la mujer vendría a recogerme. ¿Qué podría
llevarme a una escuela de magia?
Mi madre
me ayudó a encontrar una maleta de la mudanza, y ahí guardé la ropa y todo lo
que necesitaría para quedarme allí. Mi madre me insistió en que llevara varias
prendas de ropa de verano y de invierno, si hubiera sido por mi, me hubiera
llevado sólo unas pocas.
Estuve
nerviosa los dos días que tuve que esperar, pues, era la primera vez que me iba
a encontrar lejos de casa.
Llegó el
día en el que la directora vendría a recogerme, y me guardé en la maleta, a
última hora, mi peluche, un tigre de 20 cm que apreté contra la ropa para que
cupiese. Me hacía sentirme segura y protegida siempre que lo necesitaba. Y una
vez todo preparado, bajé la maleta y esperé a la mujer.
De mi
padre me despedí la noche anterior, pues hoy empezaba a trabajar muy temprano y
ya no le volvería a ver hasta las vacaciones.
Llamaron
a la puerta y se me puso el corazón en la garganta, mi madre me pidió que
abriese. Con las piernas temblando y el corazón latiendo a mil por hora, abrí
la puerta de entrada. Era la misma mujer que vino hace dos días. Con una falda
larga esta vez y una camisa que conjuntaba muy bien.
Me
preguntó si estaba preparada, negué con la cabeza, casi ni podía hablar. La
deje entrar mientras corría hacia mi madre para avisar que la directora ya
estaba allí. Mi madre y ella se saludaron, y comprendí que era la hora de
despedirme. Abracé a mi madre y ella me devolvió el abrazo, sentí de repente
mucha tristeza y me puse a llorar, ella también lloró. Después le di un beso,
cogí mi maleta, aún nerviosa por todo, y sollozando, me fui con la directora
caminando por la acera.
Nos
dirigimos hasta un chalet, donde torcimos a la izquierda, vi que el chalet
tenía un escondrijo donde nadie solía pasar, ni yo misma me había dado cuenta
de que estaba ahí hasta ese momento.
- Cogeme la mano, vamos a
teletransportarnos - me dijo. No sabía si tomarla, pero ella sabía de mis
poderes, esperaba que no sucediera nada, le cogí de la mano nerviosa y con
miedo, mientras que con la otra mano sujetaba la maleta.
Aparecimos,
sin más, en otro lugar muy diferente. Me sentí mareada. La mujer sonrió
tiernamente, y esperó a que me encontrara mejor para seguir andando.
Cruzamos
un par de calles y llegamos a una casa donde un chico esperaba en la puerta con
una maleta. Me dio vergüenza mirarle, era un chico muy atractivo, así que
aparté la mirada rápidamente. La mujer se le acercó, y yo di unos pasos hacia
ellos.
- ¿Jungkook? - le dijo, me di cuenta
que él asintió - Soy la directora de la escuela. ¿Tus padres no están en casa?
- No… - negó él - Están fuera, ya me
despedí de ellos antes.
- Bueno… Pues entonces podemos
marcharnos.
El chico
se levantó, le volví a mirar, nuestras miradas se encontraron y tuve que
apartar mi mirada rápidamente, me sentí avergonzada. ¿Sería mi compañero en la
escuela? Ambos seguimos a la directora.
Volvimos
al lugar donde habíamos aparecido la mujer y yo, y allí la directora nos pidió
que nos dieramos las manos.
“¿De verdad tengo que hacerlo?” pensé,
temerosa por lo que pudiera ver con mis poderes. Miré a la directora, que parecía
tener cara de cansada.
Nos
volvimos a mirar, me sonrojé, pero no fui la única, antes de apartar la mirada
observé que él también se había puesto colorado. Yo no me atrevía a tocarle,
pero él tampoco hacía gesto de intentarlo, parecía ser tímido y vergonzoso,
como yo.
- No tengo todo el día para esto.
Daos la mano - nos dijo la directora cogiendo mi maleta.
Nos volvimos a mirar, rojos como un tomate,
pero sin movernos ni un ápice. La directora suspiró, y terminó por cogernos las
manos y unirlas ella misma, asegurándose de que no las separásemos.
“No he
tenido ninguna visión...” me alegré por un momento. Aun así, me daba mucha
vergüenza tener que coger de la mano a un chico, y más si me parecía guapo. Al
instante de tener ese pensamiento, pude notar la vergüenza que él sentía,
haciendo que me latiera fuertemente el corazón.
Después,
la directora me cogió de la mano libre, y nos teletransportamos.
Recogimos
a varios alumnos más en el trayecto. Y finalmente, aparecimos en el interior de
un edificio, delante de muchas personas que se despedían de sus padres.
- Este es el edificio de los dormitorios, ahora os diré
qué habitación os hemos asignado. Allí encontraréis todo lo que debéis saber. Y
por cierto, ¡bienvenidos a la Academia Willow Lake!
Miré la
sala y me quedé embobada por un momento no me acordé que seguía agarrada al
chico, así que le solté de la mano rápidamente. Ya no sentía aquella presión. Y
escuché que él suspiraba aliviado.
La
directora empezó a repartir las llaves de los cuartos y unos mapas y cuando
terminó nos indicó por qué escalera se encontraban los dormitorios. Miré a la
cara al chico y aparté la mirada rápidamente, decidiendo subir las escaleras
que llevaban a los dormitorios de las chicas.
Una vez
sóla, me pregunté cómo sería mi compañera de dormitorio. Estaba nerviosa, no
quería decirles nada de mi poder. Sabía que no debía tener miedo, porque era
una escuela de magia y todos me comprenderían. ¿Pero, y si no lo hicieran? ¿Y
si ocurría como en los anteriores colegios? Prefería no decir nada.
Miré el número de la llave, busque la puerta
con el mismo número y la abrí.
***
El primer día después de las vacaciones de verano, Julia volvió
al colegio y se dirigió a su habitación, allí vio que Roxane había dejado todo
desordenado y un montón de trastos por las tres camas, como siempre. Julia se
puso a colocar sus cosas y a quitar las de Roxane de su cama. Entonces, alguien
abrió la puerta.
Mayra nada más ver cómo
estaba el cuarto pensó que se había equivocado de habitación, miró el número de
la llave, se echó hacia atrás para mirar la puerta y volvió a mirar la
habitación.
‘No puede ser… Las tres
camas están ocupadas. Debe de haber algún error’ pensó ella.
-
¿Te puedo ayudar en algo? - preguntó Julia al ver su
cara confusa.
-
Esto… ¿No me he equivocado, verdad? - preguntó
tímidamente, y en voz baja, mientras le mostraba el número que aparecía en las
llaves. Julia lo miró.
-
Sí, es aquí - afirmó ésta, que se dio cuenta de que
Mayra era bastante tímida por sus gestos
- Tu cama es esa de ahí - señaló la cama de la derecha - Las cosas que hay
encima de tu cama son de nuestra compañera, Roxane - sonrió amable - Puedes
ponerlas en su cama, o déjalas y que las quite ella, lo que prefieras. También
puedes guardar tu ropa en ese armario y esta cómoda. En el aseo tienes también
un sitio para colocar tus cosas.
Mayra se dirigió a
su cama, pero no quería tocar nada que no fuese suyo. Si había algo que no debía
tocar, no la regañarían. Vio que tenía un uniforme y unos papeles en el
escritorio. Cogió el uniforme y decidió probárselo
dentro del baño. Se puso la falda plisada de color gris marengo, que le quedaba
por encima de las rodillas, la camisa blanca de manga corta para el verano, el
chaleco de la misma tela que la falda, el lazo fino de color rojo y los zapatos
negros. Salió a la habitación con él puesto.
-
Esto… ¿El uniforme hay que llevarlo siempre? - quiso
saber avergonzada.
-
No, sólo cuando vayamos a clase, el resto del tiempo
puedes ir con tu ropa - respondió Julia con una amplia sonrisa.
Mayra volvió a
meterse en el baño y se puso su ropa, que era ancha y muy cómoda. Miró las
hojas, que resultaron ser un mapa del colegio y el horario de las clases.
Julia terminó de
guardar sus cosas. Y vio cómo Mayra iba colocando la suyas
lentamente.
-
Por cierto, ¿cómo te llamas? -dijo Julia pensando que
si no le preguntaba, ella no se lo iba a decir.
-
Mayra… - respondió ésta.
-
Yo soy Julia. Voy a ir a ver a Roxane y de paso le digo
que cuando pueda recoja sus cosas del cuarto para que puedas ordenar bien las
tuyas.
Mayra vio como
Julia se iba de la habitación y aprovechó ese momento para esconder su peluche
debajo de su almohada. No quería que pensasen que era una niña por llevar un
peluche.
Mientras Mayra
terminaba de guardar sus cosas, Julia se fue al patio donde sabía que estaría
su grupo de amigos. Allí estaba Roxane, con Suga y J-Hope.
-
¡Suga! - gritó Julia con los brazos extendidos para
abrazarle.
-
¡Julia! - la abrazó J-Hope con una sonrisa de oreja a
oreja. “ Noo, tú noo” pensó desilusionada
por la intromisión.
-
¿Qué tal el verano? - preguntó Julia nada más separarse
de J-Hope.
-
Pues aquí, como siempre, aburridos - respondió Roxane.
En ese mismo
momento pasó junto a ellos un chico. Al verle, Julia se alegró y lo llamó.
-
¡Kim Tae, hola! - el chico se detuvo y la miró
extrañado. Al ver su expresión supo enseguida que era el hermano gemelo de su
amigo - ¡Ah! Espera, espera. ¡Tú eres el hermano de Kim Tae! Me ha hablado
mucho de tí, V. Por cierto, si quieres nosotros te podemos enseñar el colegio.
-
Ah, vosotros debéis ser los amigos de mi hermano - dijo
V mirándolos a todos.
-
Sí, y también puedes venirte con nosotros cuando
quieras - añadió J-hope, apoyándose en sus
hombros.
-
Bueno, vale...
-
Yo voy a buscar a Kim Tae, luego nos juntamos todos -
dijo Suga, que se alejó del grupo mientras J-hope seguía hablando con V.
-
¿Qué tal con Suga? - preguntó Julia a Eyha.
-
Nada nuevo - respondió ésta decepcionada. Y pasaron a
contarse lo que habían hecho durante el verano. - ¡Mira, sangre fresca! - le
dijo a Julia señalando con la cabeza a un par de chicos que pasaron cerca. Uno
de ellos era guapísimo y ambas se quedaron embobadas mirándolo. Éste se dio
cuenta de que le miraban, se puso rojo y miró al suelo. Ellas siguieron mirando
descaradamente para poder analizarlo bien por detrás. Al parecer el chico que
le acompañaba pensó en hacer exactamente lo mismo y se dio la vuelta. Las
miradas de Julia y el chico se encontraron y pusieron una sonrisilla, pero a
Roxane no le hizo gracia que la pillara mirando, y le respondió con un gesto de
desagrado, y cada grupo siguió su camino.
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